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sábado, 30 de marzo de 2013

Sábado Santo: día del Silencio

Estamos en Sábado Santo, un día de espera en silencio: silencio por la muerte de Jesús y en espera de su gloriosa Resurrección. Para el cristiano, el Sábado Santo es un día de esperanza por la gran alegría que se va a celebrar en la Vigilia Pascual, cuando se celebre la Vida, con mayúsculas, la Vida plena y eterna, que se abre con la Resurrección de Cristo.

Pero aquel primer Sábado Santo debió vivirse de una manera muy distinta por los discípulos de Jesús y por su madre, María. Tendríamos que intentar ponernos en su lugar para, desde lo que nos cuentan las Escrituras, acercarnos a comprender cómo viveron aquellos trágicos momentos de dolor, pena, tristeza, incertidumbre,...

Los díscípulos, al ser conscientes de la muerte de su maestro, se esconden. Tienen miedo de que a ellos también los puedan apresar y condenar a muerte. Es un sentimiento muy humano temer por la propia vida. Sólo unos pocos piden permiso para bajar de la cruz el cuerpo muerto de Jesús y enterrarle en el sepulcro. El resto están escondidos, desorientados, sin saber qué hacer o a quien acudir. Junto al miedo por sus vidas, se une la pena y el dolor por la muerte del maestro y la incertidumbre: ¿qué va a pasar ahora?, ¿podemos esperar algo?, ¿nos equivocamos de mesías?,...

Su madre, María, aquella joven de gran fe, que se fió plenamente de Dios cuando recibió el anuncio de su especial maternidad, ¿qué sentiría al pie de la cruz, viendo morir a su hijo? Supongo que un profundo dolor, pues ninguna madre quiere ver morir a un hijo. Según nos dice el evangelio, ella siempre meditaba en silencio todas las cosas que tenían que ver con su hijo. ¿También lo haría ahora? ¿Seguiría manteniendo esa gran fe en Dios? Es posible, pero, fuera como fuera, el dolor por la muerte de su hijo es innegable. Pero María es una mujer especial, que encontró gracia a los ojos de Dios para hacerse hombre. ¿El plan de Dios era terminar en la muerte?, ¿esta era su salvación? Dios permanece en silencio (por ahora) y María, en silencio, medita toda su vida y la de su hijo y sigue confiando plenamente en Dios.

Las dudas y desesperación de los discípulos y el dolor y la fe de María esperan en este día una respuesta. No saben cuál será ni aciertan a vislumbrarla. En este día la pena, el dolor y la muerte de Jesús ensombrecen sus pensamientos y sus esperanzas. Pero esa respuesta va a llegar muy pronto, antes de lo que imaginan, y va a ser inesperada y, por inesperada, muy reveladora. Fruto de esa respuesta nacerá una gran fe en Dios, en el Dios de la Vida, una fe inquebrantable en Él y en su mensaje de salvación, porque serán testigos de la única respuesta que podía revelar a Dios: la Resurrección de Jesús, el Mesías.

Mientras se da esa respuesta esperanzadora de Dios, este día nos invita a acompañar a los discípulos y a María en su dolor, meditando también todas estas cosas en silencio y en nuestro corazón.

Para ayudar en dicha reflexión sobre este día, termino esta entrada con el siguiente vídeo que he encontrado en youtube.

¡¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!!

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